lunes, 27 de abril de 2009

WARMSHOWERS: KEIICHI IWASAKI


Otra estupenda experiencia gracias a la tribu de Warmshowers

Keiichi Iwasaki, ése es el nombre del que ha sido mi compañero de piso durante unos días la semana pasada. Lleva en la carretera ya más de 6 años con la intención de dar la vuelta al mundo, y en el transcurso, subió al Everest y cruzó en una barca de remos el lago más grande del mundo: El mar Caspio.

http://www.feel-the-earth.com

Aquí podéis seguir sus andanzas

Es ingeniero de profesión, y trabajaba en una gran empresa fabricante de aparatos de aire acondicionado. Para sacar unas pelillas, se dedica a escenificar trucos de magia-potagia en la calle, y os prometo que el tío es bueno, muy bueno.

Como podéis observar si echáis un vistazo al reportaje que le han publicado en un periódico local, tiene una sonrisa fácil y franca. Nos hemos reído un montón hablando de lo divino y lo humano. Es curioso constatar, como dos personajes nacidos en lugares tan distantes del planeta, y educados en culturas tan dispares, pueden compartir una manera de ver la vida tan parecida.

Siguió su camino el sábado pasado, y el viernes nos quedamos hasta las tantas charlando de ésto y de lo otro. Bueno, en realidad hablaba sobre todo él, porque tiene tal cantidad de anécdotas divertidas que le han ocurrido durante el viaje, y el tío es tan “saláo” que acabamos con todas las existencias de cerveza que había en mi casa y casi se nos hace de día.

Confesaba, que no una, sino infinidad de veces, sobre todo cuando ha tenido que sufrir las inclemencias meteorológicas, o las dificultades burocráticas fronterizas, se ha preguntado si no sería hora de volver a casa, pero como todos los que hemos viajado en bici alguna vez sabemos, esos momentos acaban pasando.

Tiene previsto estar otros tres años de ruta antes de completar su viaje, y una vez finalizado, su intención es escribir un libro, y montar una granja o algo parecido cerca de Tokio, que es la zona de donde es originario, con su novia.

Por cierto, lo de su novia también tiene interés. Resulta que ella, japonesa también, leía su diario de viaje en la página web, y empezó a cartearse con él (vía email), de tal modo que se desplazó a un punto de su ruta para conocerle en persona, y luego han ído repitiendo. Ahora mismo, estaba bastante ilusionado por verla de nuevo, a final de junio en Venecia.

Un abrazo y buen viaje Keiichi.

Pdta: Me acaba de llegar un corréo de Keiichi en el que me cuenta que anda por aquí de nuevo. Ya conocía la ciudad porque estuvo una temporada aprendiéndo español hace unos cuantos años, y le encanta. Le han propuesto en tomar parte en los actos de la "Criticona" que se celebrará en Madrid a partir del 30 (http://lacriticona.org/)

martes, 21 de abril de 2009

La Libélula me contó...

"EL ÚLTIMO"
Marcel Aymé

Había un corredor ciclista llamado Martín que siempre llegaba el último, y la gente se reía al verle tan lejos de los demás corredores. Llevaba un maillot de un azul muy suave, con una florecita también azul cosida en el lado izquierdo del pecho. Inclinado sobre el manillar, y con el pañuelo entre los dientes, pedaleaba con tanto valor como el primero. En las subidas más duras se entregaba con tanto fervor que le brillaba una hermosa llamita en los ojos, y la gente, viendo su mirada clara y sus músculos tensos con el esfuerzo, decía:
- Martín parece estar en forma. Esta vez va a llegar a Tours (o a Burdeos, o a Orleans, o a Dunkerque), esta vez sí que va a llegar con el pelotón.
Pero esta vez era como las otras, y Martín llegaba como siempre el último. No obstante,guardaba siempre la esperanza de hacerlo mejor, pero estaba un poco fastidiado, porque tenía mujer e hijos y el último lugar no da mucho dinero. Estaba fastidiado, y sin embargo jamás se le oía quejarse de que la suerte le hubiera sido injusta. Cuando llegaba a Tours (o a Marsella, o a Cherburgo), la multitud reía y le tomaba el pelo:
¡Eh, Martín! ¡Eres el primero por la cola! Y él, que oía estas palabras, jamás tenía un gesto de malhumor, y si echaba un vistazo a la multitud era con una sonrisa dulce, como diciendo: «Sí, soy yo, Martín. El último. Otra vez irá mejor.» Sus compañeros le preguntaban después de la carrera.
- ¿Qué? ¿Estás contento? ¿Ha ido todo bien?
- Sí, sí - respondía Martín -. Estoy bastante contento.
No veía que los otros se burlaban de él, y cuando los veía reír, reía también él. Incluso los miraba sin envidia cuando se alejaban con sus amigos con un rumor de fiesta y de enhorabuenas. Y él se quedaba solo, porque jamás había nadie que le hiciera caso. Su mujer y sus hijos vivían en un pueblecito en la carretera de París a Orleans, y él los veía muy de vez en cuando, como un relámpago, cuando la carrera pasaba por allí. Quien tiene un ideal no puede vivir como todo el mundo. Es comprensible. Martín amaba a su mujer, y también a sus hijos, pero era corredor ciclista y corría y corría, sin detenerse entre las etapas. Cuando lo tenía, enviaba un poco de dinero a su casa, y pensaba frecuentemente en su familia, pero no durante la carrera (entonces tenía otras cosas que hacer), sino por la noche, finalizada la etapa, dándose masaje en las piernas fatigadas por la larga carrera.
Antes de dormirse, Martín rezaba una oración y le hablaba a Dios de la etapa que había corrido durante el día, sin pensar que quizá abusaba de su paciencia. Creía que a Dios le interesaban las carreras ciclistas, y es verdad. Si Dios no conociera a fondo todos los oficios, no sabría lo que cuesta tener un alma presentable.
- Dios mío -decía Martín-, voy a seguir con lo de la carrera de hoy. No sé qué pasa, pero siempre es igual. Y yo tengo una buena bici, la verdad. El otro día hasta me pregunté si no será que hay algo en los pedales. Desmonté todas las piezas, una a una, tranquilamente, sin ponerme nervioso, igual que ahora os hablo. Y vi que no había nada ni en los pedales ni en ningún otro sitio. Y si alguien viniera a decirme que esta bici no es una buena bici, yo le diría que es una buena bici, de una buena marca. ¿Qué pasa, pues? Desde luego, hay una cuestión: el hombre, es decir el músculo, la inteligencia, la voluntad. Pero el hombre, santo Dios, eso es cosa vuestra. Es lo que yo digo, y por eso no me quejo. Sé bien que en todas las carreras tiene que haber un último, y que ser el último no tiene nada de vergonzoso. No es que me queje, no. Es por decir algo.
Luego, se le iban cerrando los ojos y dormía sin sueños hasta que, por la mañana, al despertarse, decía con una sonrisa feliz:
- Hoy sí que es mi día. Hoy voy a ser el primero.
Y reía satisfecho imaginando el ramo que una chica le ofrecería, porque iba a ser el primero, y también el dinero que le iba a enviar a su mujer. Y le parecía leer en el periódico: Martín gana la etapa Poligny-Estrasburgo; tras una carrera emocionante, queda vencedor al sprint. Pero cuando lo pensaba, lo sentía por el primero y por los siguientes e incluso por el último, a quien apreciaba ya, sin conocerlo.
Por la noche, Martín llegaba a Estrasburgo en su lugar habitual, entre las risas y las bromas de los espectadores. Estaba un poco asombrado, pero al día siguiente salía con la misma certeza de que iba a ser el vencedor. Y todas las mañanas, al ponerse en marcha, veía renovarse este gran milagro de esperanza.

La víspera de la París-Marsella, en los medios ciclistas de la capital corrió el rumor de que Martín reservaba al público una sorpresa impresionante, y cincuenta y tres periodistas acudieron a entrevistarle.
- ¿Que qué pienso del teatro? -respondió Martín-. Un día, de paso por Carcasona, se me ocurrió ir a ver el Fausto en el Teatro Municipal, y me dio pena Margarita, Y digo que si Fausto hubiera sabido lo que es una buena bici, habría tenido algo con que entretenerse en su juventud y no se le habría ocurrido hacerle esas pillerías a la pobre Margarita, y habría acabado casándose con ella. Bueno, eso me parece a mí. Ahora, si me preguntan quién va a ser el primero en Marsella, a eso, digo yo, sí puedo responder sin esconderme de nadie: voy a ser yo.
Y cuando los periodistas se alejaban, recibió una carta perfumada, de una tal Liliane, que le invitaba a tomar el té. Era una mujer de mala vida, como tantas, y que no tenía ni educación ni principios, ni moral. Martín fue a su casa sin desconfiar, al salir del velódromo, donde había ido a dar unas vueltas para probar la máquina. Llevaba en la mano una maletita con sus cosas de ciclista.
Habló de las carreras, de la mejor táctica, del cuidado que había que tener con la bici y con su persona. La mala mujer le hacía preguntas pérfidas:
- ¿Y cómo se da un masaje, señor Martín?
Y le tendía la pierna para que él la cogiera. Y Martín cogía ingenuamente esta pierna de perdición, sin más emoción que si fuera la de un compañero, y explicaba tranquilamente:
- Se hace así, hacia arriba. Con las mujeres, es difícil, porque tienen los músculos blandos.
- Y, en caso de accidente, ¿cómo haría usted para llevarme?
Y le hacía otras preguntas, pero no se puede repetir todo lo que esta mujer decía. Martín respondía candorosamente, muy lejos de sospechar la maldad de sus intenciones. Ella mostró curiosidad por lo que llevaba en la maletita, y él le mostró su calzón, su maillot y sus sandalias de corredor.
- ¡Ah, señor Martín! -dijo-. ¡Cómo me gustaría verle vestido de corredor! Jamás he visto uno de tan cerca.
- Bueno -dijo él-. Si le gusta...
Cuando volvió, la encontró cubierta con un vestido más sucinto aún que el suyo, y del que es mejor no hacer una detallada descripción. Pero Martín, ni bajó los ojos. Miró sin pudor, con aire serio, y dijo:
- Veo que también a usted le gustaría correr en bicicleta, pero le hablaré francamente: el oficio de corredor ciclista, a mi ver, no les va a las mujeres. En cuestión de piernas, las suyas podrían valer tanto como las mías. No es eso lo que quiero decir, pero las mujeres tienen pechos y cuando uno rueda dos o trescientos kilómetros, es pesado cargar con eso, señora. Sin contar con que está lo de los niños. Además, eso.
Liliane, conmovida por estas palabras de cordura y de inocencia, comprendió hasta qué punto es amable la virtud y comenzó a detestar sus pecados -y tenía muchos - y luego le dijo a Martín con lágrimas muy dulces:
- He sido una loca pero, a partir de hoy, esto se ha acabado.
- No hay nada de malo en esto -dijo Martín -. Ahora que usted me ha visto en maillot, voy ahí al lado a vestirme. Es por el respeto ¿sabe? Mientras tanto, usted puede hacer lo mismo, y ya verá como no piensa más en correr en bicicleta.
Así lo hicieron, y Martín salió a la calle llevándose las bendiciones de esta pobre muchacha a quien devolvía el honor y la alegría de vivir en paz con su conciencia. Los periódicos de la noche publicaban su retrato, pero él no sintió el menor placer, ni orgullo, pues no necesitaba todo este ruido para esperar. Al día siguiente, desde la salida de París, se colocó en el último lugar y lo conservó hasta el final. Al entrar en Arles, se enteró de que sus competidores habían llegado ya a Marsella, pero no menguó su esfuerzo. Continuaba pedaleando con todas sus fuerzas y, en el fondo de su corazón, y aunque la carrera hubiera terminado para los otros, no desesperaba aún de poder quizá llegar el primero. Los periódicos, furiosos por haberse visto engañados, lo trataron de fanfarrón y le aconsejaron que corriera «el criterium de los asnos» (juego de palabras incomprensible para quien no lea periódicos deportivos). Esto no le impidió a Martín seguir esperando, y a Liliana abrir, en la rue de la Fidelité, una lechería con la enseña del Buen Pedal, en la que los huevos se vendían unos céntimos más baratos que en cualquier otro lugar.
A medida que iba creciendo en edad y en experiencia, Martín se iba haciendo también más ardoroso en la lucha, y corría casi tantas carreras como santos hay en el calendario. No conocía reposo. Acababa una carrera y ya se inscribía para una nueva. Empezaban a encanecérsele las sienes, a arqueársele la espalda. Era el decano de los corredores ciclistas. Pero ignoraba o parecía ignorar su edad. Como antes, seguía llegando el último, pero con un retraso dos o tres veces mayor. Y decía en sus oraciones:
- Dios mío, no entiendo nada, no sé por qué ocurre esto.. .
Un día de verano, en la París-Orleans, subiendo una cuesta que conocía muy bien, se dio cuenta de que había pinchado. Mientras cambiaba el tubular en la cuneta, se acercaron dos mujeres, y una de ellas, que llevaba en brazos a un niño de unos meses, le preguntó:
- ¿Conoce usted a un tal Martín, que es corredor ciclista?
Él respondió maquinalmente:
- Martín soy yo. El último. Otra vez irá mejor la cosa...
- Yo soy tu mujer, Martín.
Él levantó la cabeza sin interrumpir su tarea de ajustar el tubular en la llanta, y dijo con ternura:
- Estoy muy contento... Veo que los chicos crecen también -añadió mirando al bebé, a quien tomaba por uno de sus hijos.
Su esposa pareció inquieta y, mostrando a la joven que la acompañaba, dijo:
- Mira Martín, ésta es tu hija, que ahora es ya tan alta como tú. Se ha casado. También se han casado los chicos...
- ¡Oh, me alegro mucho! No me creía tan viejo. ¡Cómo pasa el tiempo! ¿Y ése que llevas en brazos es mi nieto?
La joven volvió la cabeza y fue su madre quien respondió:
- No, Martín, éste no es hijo suyo, es mío... Como veía que no volvías nunca...
Martín volvió a su tubular y empezó a hincharlo sin decir palabra. Cuando se levantó, vio que las lágrimas corrían por el rostro de su mujer y murmuró:
- En este oficio de corredor, ya sabes lo que pasa... Pienso a menudo en ti, pero claro, no es como cuando uno está allá.
El niño rompió a llorar, y parecía que nada iba a calmar sus gritos. Martín se sintió trastornado. Con la bomba de su bicicleta le tocó la nariz diciéndole con una vocecita aflautada:
- Tu, tu, tu...
El pequeño se echó a reír. Martín le dio un beso y dijo adiós a su familia.
- He perdido cinco minutos, pero me es igual. Puedo cazar al pelotón rápidamente. Esta carrera es mía.
Volvió a subir a la máquina. Las mujeres lo siguieron con la mirada durante largo tiempo en su subida. De pie en los pedales, llevaba el peso de su cuerpo unas veces a un lado, otras al otro.
- Va mal -dijo su mujer-. Hace sólo quince años trepaba cuesta arriba sólo con las piernas, sin moverse jamás en la silla.
Martín se acercaba a la cima e iba cada vez más lentamente. Parecía que de un momento a otro se fuera a parar. Al fin se posó su máquina en la línea del horizonte, hizo rueda libre un segundo y su maillot azul se fundió con el azul del cielo de verano.
Martín conocía mejor que nadie todas las carreteras de Francia, y cada uno de los miles de mojones tenía para él un rostro familiar, cosa que parece increíble. Desde hacía mucho tiempo subía las cuestas a pie, empujando la máquina con un jadeo de fatiga, pero seguía creyendo en su estrella.
- Ya los cogeré en la bajada -murmuraba.
Y al llegar a la meta, por la noche, o a veces al día siguiente, quedaba asombrado de no lograr el primer puesto.
- ¡Santo Dios! No sé qué me ha pasado...
Arrugas profundas surcaban su rostro descarnado, que tenía el color de los caminos de otoño. Tenía el pelo ya completamente blanco, pero en la mirada de sus ojos gastados brillaba una llama de juventud. El maillot azul flotaba sobre su torso flaco y encorvado, pero ya no era azul y parecía de bruma o polvo. No tenía dinero para coger el tren, pero no se lamentaba. Cuando llegaba a Bayona, donde ya se habían olvidado de la carrera, que había pasado hacía tres días, volvía a subir a la silla para tomar en Roubaix la salida de otra competición. Recorría toda Francia a pie en las subidas, pedaleando y durmiendo mientras hacía rueda libre en las bajadas, sin detenerse ni de día ni de noche.
- Me estoy entrenando -decía.
Pero se enteraba en Roubaix de que los corredores habían salido hacía ya una semana. Movía la cabeza y murmuraba mientras montaba de nuevo en la máquina:
- ¡Qué pena! ¡Ésta sí que la ganaba! En fin, voy a correr la Grenoble-Marsella. Necesito ponerme a punto trepando por los Alpes.
Pero llegaba demasiado tarde a Grenoble, y a Nantes, a París, a Perpiñán, a Brest, a Cherburgo. Siempre demasiado tarde.
- ¡Qué lástima! -decía con una vocecita temblona-. ¡Qué lástima! Pero, a ver si los cojo...
Tranquilamente dejaba Provenza para ir a Bretaña, o Artois, para ir al Rosellón, o el Jura, para ir a la Vendée, y de vez en cuando, guiñando un ojo, decía a los mojones de la carretera:
- Me estoy entrenando.
Martín se hizo tan viejo que ya casi no veía. Pero sus amigos, los mojones kilométricos, e incluso los más pequeños, los hectómetros, le hacían comprender que tenía que girar a la derecha o a la izquierda. También su bicicleta había envejecido. Era de una marca desconocida, tan vieja que los historiadores jamás habían oído hablar de ella. La pintura había desaparecido, incluso la herrumbre estaba oculta por el barro y por el polvo. Las ruedas habían perdido casi todos sus radios, pero Martín era tan ligero que los cinco o seis que quedaban bastaban para sostenerlo.
- ¡Dios mío! -decía-. Y no obstante, tengo una buena bici. De esto sí que no puedo quejarme.
Rodaba sobre las llantas, y como su máquina avanzaba con fragor de chatarra, los chiquillos le tiraban piedras gritando:
- ¡Al loco! ¡ Al de la chatarra! ¡ Al manicomio!
- A ver si los alcanzo - se decía Martín, que no oía muy bien.
Llevaba muchos años intentando tomar parte en una carrera, pero siempre llegaba tarde. Una vez, salió de Narbona para ir a París, donde, al cabo de una semana, darían la salida para la Vuelta a Francia. Llegó al año siguiente y tuvo la alegría de saber que los corredores hacía sólo un día que habían salido.
- A ver si esta tarde los atrapo -dijo - y me llevo la segunda etapa.
Y cuando montaba en su máquina, al salir por la puerta Maillot, un camión lo dejó tumbado en la calzada. Martín se levantó agarrando en sus manos el manillar de su bici hecha añicos, y dijo antes de morir:
- ¡Esta vez, los cojo!


lunes, 20 de abril de 2009

MÚSICA ENMARCADA - I "Surfing trip"


Música enmarcada


Voy a empezar una serie de entradas con este título, que hace referencia a esas canciones/discos que me gustan más o menos, pero que nada más comenzar a escucharlas, traen a mi memoria una imagen, un momento, un recuerdo, un sentimiento... Unas veces serán marcos alegres, otros tristes, unos más lejanos que otros, unas canciones serán mejores que otras, pero todas son para mí muy especiales.

Quién sabe... Quizá alguna también lo sea para vosotros.

"Surfing trip"

THE BEACH BOYS: "Let's go trippin´"

Canciones como "Surfin' Safari", "Surfin USA", "Bárbara Ann" o "surfer girl" no dejaban de sonar en el radiocasette de la furgona, o surfgoneta, o fragoneta; tres nombres distintos para un mismo artefacto con cuatro ruedas, que nos pintó con Titanlux en color naranja un amigo de mi padre, y en el que vivimos mil y una aventuras mi hermano, los jaramugos, otros amigos de los que el tiempo y la distancia me han separado, y yo. Una VW de 1974, con el cuentakilómetros estropeado cuando marcaba 270.000 km (no se sabe si en su primera vuelta) y que en su origen, al parecer fué una ambulancia.



Aquel verano (debió ser en el 95 o el 96), Paul, mi hermano y yo mismo, unos surfistas de secano, nos bajamos a Tarifa para una semana de windsurf y risas, muchas risas, en plan "hippioso" y volvimos con el maletero lleno de anécdotas que nos acompañarán toda la vida.

Paul, el que ésto escribe y mi hermano

El viaje fué una pequeña-gran aventura. La fragoneta no podía apenas con nosotros y nuestros "achiperres" en las subidas, desventaja que equilibrábamos en las cuestas abajo, bajando en punto muerto, llegando a alcanzar una vez los escalofriantes 120 km/h, mientras la familia a la que adelantábamos nos miraba aterrada.

La Furgona

Tras un sinfín de paradas en las gasolineras (porque el artefacto era lento pero tragón), y echando mano de todo el ingenio que teníamos, porque le dió por no querer arrancar cada vez que apagábamos el motor y su peso equivalía al de un tanque a la hora de empujar, llegamos a la "tierra prometida". Hogar del viento, de las playas huérfanas de turistas y domingueros, del sol, de efebos y nínfas etérnamente bronceados, del "quillo" y la "caló" cuando Eolo nos abandonaba y el sol caía tan a plomo como sólo cae tan al sur.



Fueron unos días inolvidables. Windsurf no hicimos mucho, fué una semana de vientos irregulares y calmas chichas, y Tarifa no es el lugar más apropiado para unos principiantes como éramos nosotros. Pero las risas que nos echamos!

A la vuelta más de lo mismo; de repente la gente nos daba ráfagas, hasta que nos dímos cuenta que íbamos dejando una espesa humareda blanca a nuestro paso. Tras repasar todo más de veinte veces, conseguimos llegar a casa, dónde a posteriori, averiguamos que el problema fué el acéite que se había vertido encima del motor al rellenar el depósito (porque gastábamos casi tanta acéite como gasolina).

Unas canciones, unos días, un cuarteto el que formamos aquel viaje los tres surfistas de pacotilla y la Furgona, merecedores de esta primera entrada de la serie.

Pdta: Dedicado al Bross (mi hermano), a Paul (que anda por tierras mañas) y a aquél vehículo casi humano en su modo de comportarse, con el que tantas aventuras vivimos.

martes, 7 de abril de 2009

VERRACADA NUI

Como ya sabíais la mayoría, este sábado tuvo lugar la primera edición de la Verracada Nuí, uno más de los locos desafíos que nos montamos los Jaramugos & Jumentos. Y como viene siendo habitual, la numerosa participación que se anunciaba en un principio, quedó mermada, quedando compuesta por 4 Jaramugos algo Jumentos y dos aspirantes, que se han ganado con honores su inclusión en tan insígne grupo de chalados. A saber: Paquecorrer, Ciego Sabino, Atalanta y el que ésto escribe, más Bienvescribe.com y Efedex.

Ya los prolegómenos auguraban el éxito, pues contamos con cartel diseñado por el artista con y sin zapatillas Taxero (http://laweadeltaxero.blogspot.com/), y nos avituallamos la noche antes con una quiche edición especial Verracada.

Para los que no estén al tanto, la idea era unir los Verracos de Ciudad Rodrigo y Salamanca, separados por una distancia de 90 km. Ciego Sabino y Fxdx lo harían corriendo, acompañados por Paquecorrer como escudero a lomos de su flamante BH. Atalanta y yo mismo lo haríamos en bici doblando el recorrido, empezando en Salamanca y volviendo al punto de partida, tras la foto de control en el de Ciudad Rodrigo, donde se nos unió Bienvescribe.com para su primera gran cabalgada en bici.

El día se presentaba perfecto: Sol, algo de viento (inevitable en esa carretera) en contra a la ída, y a favor al regreso. Así pués, tras la foto oficial en el Verraco de Salamanca, con los bolsillos llenos de viandas, salimos hacia el encuentro del de Ciudad Rodrigo, haciendo cálculos sobre el punto en que nos cruzaríamos con los corredores, que habían salido a las 7 de la mañana.

Señalar, que quizá no fué una buena idea, pero también fué el día del estreno del nuevo Duopower blanquito que la familia de Ibikemechanic me han conseguido (un abrazo desde aquí para Jordi, Annabel y su familia por los malos ratos que están pasando). En la foto aparece también uno de sus productos estrella: EL bubelhead, que os recomiendo encarecídamente.

Seguimos con la retransmisión... Ya digo que teníamos algo de viento en contra, pero íbamos ligeros,con muchas energías y sin chupar rueda (¡DI NO AL DRAFTING!), cuando por sorpresa y mejorándo todas nuestras expectativas vislumbramos en el horizonte tres figuras, que no eran sino los valientes que venían "a pata". Pensad que nosotros salimos sobre las 11 de la mañana, y que cuando nos topamos con ellos ya llevaban unos 45 kilómetros los tíos (más que Jaramugos parecían "onvres"). Saludo, foto, risas y los dejamos continuar mientras nosotros íbamos al encuentro de Bienvescribe. Unos veinte kilómetros más tarde comenzaron mis problemas estomacales, que achaco a unas barritas reciéntemente caducadas (ya sabéis, yo siempre reciclando), que hicieron que Atalanta se me fuese unos metros (bueno, éso y las ruedacas que le compró al Doctor K, que le hacen ganar nosecuantas milésimas por kilómetro), llegando al punto de retorno algo jodidillo y con el "Tío del Mazo" agarrado al Duopower blanquito.

Nos recibe en Ciudad Rodrigo la comisión de bienvenida, formada por los padres del que ésto escribe, quienes inmortalizaron el momento y nos agasajaron con unos pasteles, y media vuelta para la capi. El principio fué durillo, la cosa no íba, en las cuestas "La Gigante" pesaba una tonelada, y en el llano el plato grande parecía de 60 dientes. Me puse la careta de Jumento y agaché la cabeza y puse el selector en "sufrir pero no parar" y para adelante. Fuí haciendo la goma todo el rato, y me fastidiaba, porque íba ralentizando el rítmo de los tres. A mitad de recorrido más o menos,la barrita volvió a salir por dónde había entrado, por lo que decidí parar 5 minutos a tomar una coca cola, que parece que me asentó un poco el estómago, porque a partir de ahí, me fuí sintiendo razonáblemente mejor, llegando incluso, a pegarles un par de arreónes a mis compis para que no se durmiesen (arreónes sin burbujas, eso sí), y piano, piano nos volvimos a encontrar a nuestros sufridos compañeros. Ésta vez ya íban algo peor de cara, pero su progresión seguía siendo increíble, porque estaban a apenas 15 kilómetros. Nos pusimos al día de nuestras penas mútuamente, fotos de rigor, ánimos a puñados y enfilamos la recta final.

Completamos el recorrido en 6 horas, para 180 kilómetros y una media de 30 km/h aproximádamente. Atalanta, que no íba contento, decidió darse un paseíllo para ver los 200 en cuentakilómetros, pero un pinchazo (por cafre) y problemas mecánicos le impidieron conseguirlo.

Por fín en casa, duchita (tras tener que ir a recoger a Atalanta con el Nostromo), y nos vamos a esperar al resto de la partida a la línea de meta, atavíados ya con la camiseta commemorativa. A éstos se les hizo duro el final, pero marcaron aún así, un crono de 13 horas, que pone las cosas difíciles para los que lo intenten el año que viene.

Se procedió a la entrega de los Verraquitos a los finishers, que afortunádamente fuímos todos, por parte de las autoridades y mandatarios del Club J&J, ante el estupor y sonrisa de todo el que por allí pasaba. Fotos, risas, dolores varios...

Lo que ocurrió después, fué lo que más castigó nuestros cuerpos, sin ninguna duda. Fieles seguidores de uno de los principios que rigen nuestro insigne club, nos dedicamos a la ingesta masiva de zumo de cebada, antes, durante y sobre todo después de la cena (estoy seguro de que si nos ponemos en contacto con el comercial de Mahou, el año que viene nos patrocina), dando lugar a escenas, que me está prohibido contar aquí. Sólo diré que 6 elementos disfrazados con camisetas azulitas, a los que confundían con participantes en una despedida de solteros, sembraron el terror doquiera pasaron, con sus atronadoras carcajadas, sus cánticos popis, y sus elegantes bailes. No puedo ser muy explícito, porque las imágenes se confunden en mi mente con las de los grabados de Goya que vimos el domingo, mientras gran parte del fluído que circula por mi maltrecho cuerpo, todavía era mayoritáriamente color rubio.

Resumiendo: Una más para la camiseta commemorativa de éste año. Qué orgullo formar parte de semejante banda de chaláos.

Pdta: Más fotos en la crónica de Atalanta (http://atalanta77.blogspot.com/2009/04/cronica-de-la-verracada-nui-2009.html) y en la crónica del CiegoSabino en el foro de J&J (http://jaramugosyjumentos.mforos.com/947016/7684895-que-verracada/?pag=3)

miércoles, 1 de abril de 2009

¡SONRÍA POR FAVOR!


SONRISA

La sonrisa es el regalo más barato de obsequiar
ya que no cuesta dinero y no se puede comprar
en el mundo no hay mercado que mejor regalo tenga
que dure toda una vida y su calidad mantenga.
Habrá quién gaste dinero porque quiere impresionar
con un lujoso regalo que piensa que va a gustar
otros creen sin embargo que es mejor sonreír
para alegrar corazones que sólo saben sufrir.
Me quedo con los segundos pues viven mucho mejor
ya que una cara estirada no puede calmar dolor
aunque regale dinero y ofrezca su bienestar
sólo si brinda sonrisas a todos podrá alegrar.
En el dinero y el lujo no cabe felicidad
si no van acompañados de una infinita bondad
teniendo por compañera a la sonrisa ideal
que suprima sufrimientos a los hombres por igual.


-El poema lo he encontrado en el ciberespacio-
-La foto es de una de mis mundialmente conocidas quiches sonrientes-