martes, 17 de noviembre de 2009

Ser o no ser...(¿feliz?). Una cuestión como otra cualquiera...

Hay mañanas en las que te levantas con la sensación de ser el protagonista de "EL día de la marmota", aquella peli en la que Bill Murray es víctima de un bucle temporal y cada mañana no es sino una vuelta al principio del día anterior.

Así, repites los mismos gestos de todos los días (o esa es la sensación): Suena el despertador, se levanta uno con más o menos ganas, desayuno, ducha, ropa, llaves,etc,etc.... El mismo trayecto a la oficina de todos los días; una vez allí, las mismas caras, las mismas taréas y hábitos; llega el mediodía, y vuelta a casa; sin pausa se engulle la dosis energética más importante del día, aprovechando algunos minutejos sueltos para echarle un vistazo rápido a alguna revista, o leer unas líneas del libro de turno, o hacer una llamadita para escuchar la voz de esa personita en la que tanto pensamos...

Y vuelta a la oficina, donde a duras pensas se consigue superar la sensación de estar en el lugar equivocado (el que suscribe preferiría estar dándole patadas a los pedales aprovechando que ha salido el sol, por ejemplo).
Por fín se acaba la jornada, y tratamos de apurar lo poco que queda de luz afuera, y de energías por dentro, alargando los minutos de las horas. La tarde parece prolongarse una prórroga tras otra , hasta que echando de menos el sol, miramos al cielo y nos darnos damos cuenta de que ya hace largo rato que la luna campa a sus anchas.

¡Qué entrada más "alegre"!
Me apunta en el oído la personita a la que antes me refería.

No se apuren, amigos blogueros, que por una vez y sin que sirva de precedente, el desenlace será positivo, porque...


¡Qué suerte tengo coño!
Algunos días me despierto y lo primero que noto es el calor que desprende otro cuerpo a mi lado, y el contacto de su piel con la mía, y me levanto con más o menos ganas, sí, pero para empezar ya recibo un beso y una frase cariñosa. Y me tomo un café rapidito, pero qué rico que está; y me voy "pitando" a la ofi, pero lo hago en compañía de la Zeuss, dejando atrás a "sardineros" (por lo de ir encerrado entre cuatro latas) en los semáforos y entre medias además nos paramos a pegarles unos puñetazos al agua en la piscina (y qué bien sienta llegar al tajo con la sensación de relax y energía que te queda después de hacerlo).

En la oficina nos esperan las mismas rutinas y hábitos, claro, como leer lo que comenta la pandilla humanistri blogueril, o recibir algún emilio de amig@s de los que hace tiempo no tenías noticias, y a media mañana resulta que el cielo se abre, y por un ratito sale un sol timidillo pero que deslumbra como sólo el sol de otoño lo hace, así que aprovechamos para, en lugar de tomar un café en el bar, dar un paseíllo ,empaparse de silencio y llenarse los ojos de colores.

Suena la campana de las 13:30 que anuncia que somos libres durante un par de horas, y al llegar a casa te encuentras con la sorpresa de que vas a tener compañía, así que te llenas la tripa de risas, y no tienes tiempo para hojear revistas pero tampoco necesitas el teléfono para escuchar voces queridas, porque están en el menú.


Y digiriendo aún tan suculento atracón, se pasa la jornada de la tarde entre ensoñaciones y tímídas sonrisas de esas que man levemente a los labios.

Llega el final de la jornada laboral, y comienza el sprint hacia el final del día, aunque resulta ser un sprint inverso, pues se empieza a con todo el desarrollo metido, para ir soltando las piernas poco a poco, hasta llegar relajado a la hora del sofá. Hay tiempo para alguna charla, puede que alguna peli o serie, un poco de lectura y mucho, mucho disfrutar "de" y "con" lo/los que te rodéa-n.

Disfruten ustedes de los días grises, de los bucles temporales, de los hábitos cotidianos, de las sorpresas si las hubiere, de los minutos de las horas, de los "gustillos y los gustazos", de los ratos de sofá y de todo lo que les depare la jornada.

¡Mañana será otro día!

Una maratón de... CINE


Esta noche tomo la salida. Ya os contaré qué tal ha sido la experiencia.
Cines Van Dyck

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Medicina


He visto poemas salvar vidas,
sin que lo supieran,
ni los poemas,
ni las vidas.

Eduardo Milán.

Gracias Ogrobueno