Un domingo estupendo.
El paisaje estaba precioso, y la compañía inmejorable; la comida riquísima y hubo risas en abundancia.
Fué algo así como una carrera de orientación en plan Hermanos Marx.
Salimos todos juntitos pero rápido los perdí de vista. Unas cuestas empinadísimas en frío me pegaron un buen calentón, así que hubo que regular y disfrutar de la preciosa subida por la calzada romana tapizada de hojas. Además había tantas escenas que invitaban a pararse para hacer fotos que no pude menos, a pesar de lo divertido de subir esquivando piedras y superando escalones.
En el alto yo seguí las marcas hacia la izquierda dirección Eljas y ya no los ví hasta la comida. A cambio, la mañana me brindó una preciosa rutilla por sendero pedregoso con alguna charleta a medio camino con un cabrero, y paradas para disfrutar de las vistas. Al llegar a Eljas, por hacer caso de unos indígenas (y mira que me repito a mí mismo una y otra vez que no debo hacerlo) acabé haciendo rapel con la bici al hombro y sin cuerdas, porque el camino recomendado se acabó en mitad de un pedregal, y pese a tener a vista de pájaro la meta, no había vía ciclable para descender hasta allí.
Os dejo unas cuantas fotos y me quedo con la sensación de andar todavía por allí.
¡Hay que repetir más a menudo estas miniconcentraciones!
El paisaje estaba precioso, y la compañía inmejorable; la comida riquísima y hubo risas en abundancia.
Fué algo así como una carrera de orientación en plan Hermanos Marx.
Salimos todos juntitos pero rápido los perdí de vista. Unas cuestas empinadísimas en frío me pegaron un buen calentón, así que hubo que regular y disfrutar de la preciosa subida por la calzada romana tapizada de hojas. Además había tantas escenas que invitaban a pararse para hacer fotos que no pude menos, a pesar de lo divertido de subir esquivando piedras y superando escalones.
En el alto yo seguí las marcas hacia la izquierda dirección Eljas y ya no los ví hasta la comida. A cambio, la mañana me brindó una preciosa rutilla por sendero pedregoso con alguna charleta a medio camino con un cabrero, y paradas para disfrutar de las vistas. Al llegar a Eljas, por hacer caso de unos indígenas (y mira que me repito a mí mismo una y otra vez que no debo hacerlo) acabé haciendo rapel con la bici al hombro y sin cuerdas, porque el camino recomendado se acabó en mitad de un pedregal, y pese a tener a vista de pájaro la meta, no había vía ciclable para descender hasta allí.
Os dejo unas cuantas fotos y me quedo con la sensación de andar todavía por allí.
¡Hay que repetir más a menudo estas miniconcentraciones!