jueves, 24 de julio de 2008

EL COMIENZO DE LA AVENTURA

Salimos el miércoles 9 de julio por la tarde en dirección a tierras germanas con la intención de hacer noche en territorio galo y continuar al día siguiente. Conforme se echa la noche encima, el cansancio hace acto de presencia. Conducir de noche me fatiga mucho y Atalanta ha trabajado ese día. Probamos suerte en Tolosa, cerca de San Sebastián, pero el albergue que yo conocía de mis visitas a Cheyenne Radikal Bikes está cerrado, y todos los hoteles del pueblo están llenos. Decidimos continuar y nos plantamos en Francia buscando algún anuncio de hotel en la autovía, sin éxito. Al ver un cartel anunciando la cercanía de Dax, que yo conozco de oídas por boca de Diana, decidimos probar suerte... Si habéis viajado por el país vecino, ya sabréis que llegada cierta hora del día, las calles se vacían y todo aparece cerrado a cal y canto. Por fortuna vemos de reojo un gran letrero luminoso (casi parecía más un club) bajo el que toman el fresco unos parroquianos, y al acercarnos: Eureka; les queda una habitación. Además nos dejan guardar las bicis en un salón anexo. Subimos el equipaje, pisamos la obligada moqueta hotelera, nos comemos las viandas que nuestras respectivas madres nos han preparado y a dormir.

Al día siguiente, comienza el calvario para Atalanta, que se levanta con sensación de empacho y molestias abdominales. Bajamos a desayunar a la cafetería, hojeamos un libro con la historia del "Tour de France" que tienen por allí, y nos agarramos al volante para cubrir los casi 1500 km que tenemos por delante. Comienzan los abusivos peajes galos y nos dan el primer susto por los precios europeos del combustible. Pasamos cerca de lugares con nombres conocidos: Burdeos, Poitiers, Tours... Atravesamos París y a la altura de Metz, por fín entramos en Alemania. Aquí aparecen las obras en las carreteras, que veríamos a menudo (parece que lo de que sólo existían en España es un tópico). Pronto vemos carteles de Nurenberg, y al filo de las 22:00 horas nos presentamos en Schwarzenbrucke/Pfeiferhütte, un pequeño pueblecito en el que gracias a un forero de El Atleta, Antonio (alias AJSM) conseguimos habitación en casa de los Harbauer. Inge y su marido nos trataron aquí con tanta amabilidad, que unos paletos como nosotros, al principio desconfiábamos. Una habitación enorme, nos guardaron las bicis en un garaje, buffet de desayuno muy bien surtido, y el marido ofreciéndonos aún más posibilidades; sonrisas, facilidades y un trato muy familiar. Sin duda muy recomendable.
Continuará...

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