Y llegamos al último episodio de este viaje . Ocurrió hace mucho, mucho tiempo… De hecho se desarrolló en otro año, en otra década… Y sin embargo, no lo olvidaré jamás. Para empezar porque tuve la suerte de disfrutar de la compañía de la chica más guapa del baile…
Sí, de hecho, aunque no se le note, aquí le acababa de pegar un mordisquito y lo estaba saboreando. Hummmm!!!
¡Qué rica!
Como os confesé en la entrada con la que despedí el año, nunca he sido un tipo demasiado navideño. Esas fechas, más allá de momentos puntuales, y que fundamentalmente coincidían con el reencuentro con mis amigotes jaramugos, nunca me dejaron otra cosa que tristeza de resaca. Esta vez, sin embargo, alguien fue capaz de romper el hechizo, de tal forma que mi verde y áspera piel de sapo gruñón desapareció en medio de una nube de humo.
Y es que, como decía Annibal Smith (el del Equipo A): Me encantan que los planes salgan bien. El jueves, día 31 después de trabajar hasta mediodía, picamos espuelas al Chiquitín (bueno más bien fue Raquel quien le hizo “morder el asfalto”, como ella dice) y nos plantamos en Benia de Onís, un pequeño pueblecito a diez kilómetros de Cangas, donde habíamos reservado alojamiento y dónde pensábamos disfrutar de una Nochevieja diferente. Un hotel de 4 estrellas, con spa, media pensión y cotillón con barra libre a un precio razonable, nos decidieron a plantearnos un cambio de año diferente a los que ámbos habíamos vivido con anterioridad.
Algunos detalles del hotel en que nos alojamos y de lo que organizaron para esa noche, serían dignos de una entrada “per sé”, pero dejemos que se queden en meras anécdotas de unos días estupendos.
Cenamos más o menos bién, me comí las uvas (las de los dos), nos pusimos el kit del Manolín (me acordé mucho de vosotros chavales), bebimos cava y “pal cotillón”.
- con el kit del Manolín -
La International Alto Standing Orquesta (o algo así), a pesar de tan rimbombante nombre ni era tan internacional, ni de alto standing (o a lo mejor sí, pero como clase media-baja no supimos apreciarlo), y hubo momentos en los que pareció más una charanga que una orquesta. Aún así consiguieron que no dejásemos de mover el esqueleto, con riesgo de mi propia integridad física incluso, como luego me contó Raquel. Las copas sabían fatal y desde luego el dolor de cabeza del día siguiente nos confirmó que se sirvió botellón, pero como había barra libre, pues ya sabéis… Quizá algo nos excedimos.
Hay mucha más documentación gráfica, pero tendría que poner ese cartelito que DD usa a veces en sus entradas, porque el espectáculo sería algo fuerte para ojos no acostumbrados.
Gracias a todos por la paciencia, por haberos leído los cuatro capítulos.
5 comentarios:
Es Rosendo o el Drogas, no sé, tiene la mirada turbia y debe ser famoso, que se ha ligado a la rubia.
¡Ya está bien de dar envidia, tío!
para mí que era Teo Carralda.....
Teo: Se te olvidó dejarme el teléfono!!!!!!
NO hagáis caso: en realidad yo no bebí nada, es que tenía un poco de conjuntivitis y se me cerraban los joshos.
Manu: tu integridad física, sí. El maromo enorme de la camisa malva te miraba fatal. Creo que le empujaste, le pisaste, le tiraste medio gintonic por encima......Amos: que sólo te faltó escupirle.
Yo también me acordé de vosotros, chavales, pero mas el día dos, luego supe que ninguno fuistéis a la tornanochevieja del Manolín, cobardessss!!!!!.
Manu: vamos a por el siguiente!!!!!
Me alegro por los que habéis podido escapar de las tradicionales despedidas del año al "traditional family style". Ole por el botellón, el spa hiperclorado, las excursiones montañeras y la fantástica compañía, chicos!!!
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